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Charles Dickens decía que “nunca hubiese podido hacer todo lo que he hecho sin los hábitos de puntualidad, orden y diligencia, sin la determinación de concentrarme en una tarea al mismo tiempo.”

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, se define puntualidad como  “cuidado y diligencia en llegar a un lugar o partir de él a la hora convenida, en hacer las cosas a su debido tiempo. Certidumbre y conveniencia precisa de las cosas.”

Queremos que nuestros alumnos, vuestros hijos, sean personas responsables, eficaces y ordenadas. La puntualidad es una actitud en la vida que debe adquirirse desde los primeros años, en el colegio y en la familia, donde las normas y las costumbres establecen determinados horarios para cada una de nuestras actividades. Pero además, la puntualidad es el reflejo del respeto por el tiempo de los demás porque, ¿no les parece que si de verdad hay algo valioso en este mundo que vivimos, es precisamente el tiempo?

Tenemos la sensación, a veces, de que la puntualidad es una cualidad que cada vez menos personas ponen en práctica, es una virtud muy devaluada. Sin embargo, sin llegar al extremo del “mejor nunca que tarde”  de George Bernard Shaw, estamos convencidos de que la puntualidad es cortesía y deber, hábito de gente de valor y costumbre de las personas bien educadas.

Cada una de nuestras acciones u omisiones, generan en los demás cierta idea sobre cómo somos o sobre lo que se puede esperar de nosotros. La puntualidad, sin duda, genera confianza. Al inicio de la jornada escolar, por la tarde o incluso entre clase y clase o después de los recreos, los pretextos y excusas del impuntual (a veces enormemente creativas, eso hay que reconocerlo), de repetirse, pierden eficacia y desacreditan al que las usa, revelan su falta de capacidad organizativa o lo que es peor, demuestra la poca importancia que le da al tiempo de los demás, como dice un proverbio japonés, “nadie es dueño de mi tiempo, nadie tiene el derecho a disponer del tiempo de otra persona”. Inculcando a nuestros alumnos el valor de la puntualidad, estamos fomentando el respeto por los demás y también hacia uno mismo.

Es un esfuerzo constante que debemos trabajar con el ejemplo, en el colegio y en casa para que los chicos, desde pequeños, vivan la puntualidad como algo natural, necesario y cotidiano. Establecer horarios ayuda a promover el valor de la puntualidad en el marco del respeto principalmente, pero también de la responsabilidad, la organización y la autonomía, para mantenerla y desarrollarla como una parte importante en la vida de nuestros alumnos, para sí mismos y para los demás, como futuros ciudadanos de la sociedad que queremos construir.

Hacemos nuestra la frase atribuida a Charles Darwin: “un hombre que se atreve a perder una hora de tiempo no ha descubierto el valor de la vida” y con esto terminamos. Como dice nuestra Directora, Pilar Barroso, “cortesía, siempre, con el que llega a su hora”.